Don Valdemar
“Mi papá nació en las islas Azores, en el medio del océano Atlántico”, dice Sergio Fernándes y se queda un instante en silencio, como si imaginara ese mar que habrá visto su padre hasta que a los 30 años se lanzó en un barco que tardó casi un mes en llegar a la Argentina. Las islas son nueve y se independizaron de Portugal bajo el lema: “Antes morrer livres que em paz sujeitos”. Aquí ya había parientes y él enseguida se puso a trabajar para pagarles el pasaje a José y a María, los abuelos que Sergio no conoció: “No se adaptaron -cuenta hoy el nieto-. Mi viejo tuvo que seguir trabajando pero para pagarles el viaje de vuelta”.
Nilda recuerda que sus dos hijos crecieron tomando la leche que les vendía Valdemar. Ahora Sergio, floricultor y especialista en aves de raza, afirma: “Mi papá se levantaba a las 5 de la mañana a ordeñar y a las 7 ya salía en el sulky a repartir unas veinte botellas con leche fresca por Arturo Seguí: a Nilda, al doctor Roca, a la familia Pontes, a María Antonieta y al Sordo Romero. Y también se hacía su escapada al Bar Benítez”. Sergio y su mamá, Carmen Gallardo, oriunda del pueblo de Rauch, lo reemplazaron infinidad de veces en el reparto porque lo hizo durante muchos años. Después del sulky, Valdemar lo hizo en bicicleta y ordeñó sus diez vaquitas, “mezcla de Holando y Aberdeen Angus porque así dan más que las puras”, -aporta Sergio-, hasta que a los 70 años y después
de una caída, sus hijos le pidieron que se quedara en casa. Al poco tiempo, Valdemar cerró sus ojos de color aguamarina para siempre. Aquellos que vieron el mar.