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voces
Emanuel

Un día llegué a mi casa. Era 2004 y en ese entonces no era mi casa, era sólo una casa. Hacía días que estábamos visitando casas con mi familia, conociendo lugares y recovecos de La  Plata, City Bell, Gonnet y, por último, Villa Elisa. Yo, con mis 6 años, sentía que todas las casas que visitaba eran increíbles, que todas eran mi casa. Y luego apareció esta casa, tan alejada, tan remota, tan diferente a las otras. Los pastos del patio estaban tan largos que me tapaban la vista y no me dejaban ver nada. Había miles de millones de insectos de todos los tamaños y colores, nunca había visto tantos en mis seis años de vida. Había humedad, había suciedad, había descuido. Parecía un sueño, un bosque como esos de los cuentos de hadas. Yo sentía cierta alegría, sentía que pertenecía. Entre esas eternas calles de tierra, esos árboles gigantes, esas personas tan diferentes, sentía que existía, que tenía un lugar.

 

Jazmín F.

Vi mi casa
Es pa´comer - Mabel
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Es pa´ comer
Mabel Y.
Martina
...pero lo escribo todo.

Para este mini poema me inspiré en una frase que leí del pintor Pablo Picasso: “No lo digo todo, pero lo pinto todo”.

 

No lo digo todo, pero lo pinto todo.

No lo pinto todo, pero lo pienso todo.

No lo pienso todo, pero lo escribo todo.

No lo escribo todo, pero lo imagino todo.

No lo imagino todo, pero lo espero todo.

No lo espero todo, pero lo sueño todo.

No lo sueño todo, pero lo comparto todo.

No lo comparto todo, pero lo como todo.

No lo como todo, pero lo tomo todo.

No lo tomo todo, pero lo deseo todo.


Anna T.

Lautaro
Como has cambiado pelona
Mabel Y.
Como has cambiado pelona - Mabel
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María Agustina
Emanuel
Por la despedida

Así creció la montaña y así se tiñó de colores.

Cada familia después de una larga cosecha y de haber cocido cada costal con el hilo de la fuerza de aferrar sus esperanzas, ya rellenos de fe, bañados en vino y secados al sol...nos reunimos en la puerta de la capilla.

Cada paso es canto en la montaña, lágrimas, penas y lamentos sobre el cerro y el sendero se perpetúa. Año a año lo caído, lo dejado, lo amado y lo perdido, ahí se hundía, se unía. Él lo tomaba todo hasta lo más profundo. Todos lo vimos. El cerro nos dio su color, sus espinas y sus piedras, cual juntamos.

Llegó el Atrevido. Caminó. Miró la estrella y la otra. Tomó la flor y viajó con la copa empoderada. Meses de noche y la gota del sol eran sólo segundos. Los ríos llenamos, prendimos todas las mechas. Las casas en llamas, sonaban de llanto. Era la ola más impresionante. Plantas, cabras y cabritos, burros y perros. Todos abatidos por lo inesperado. Todo a causa del Atrevido. Eso decían las calles, él lo era. Y estaba en nosotros.

Valeria D.

Santiago
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